domingo, 10 de abril de 2011

Serendipity, Accidente afortunado.

Hace un rato he estado hablando con un amigo sobre el destino. Él me ha preguntado: ¿eso es el destino o simplemente casualidad? y yo le he preguntado:
¿Cuántas casualidades tienen que darse para que alguien crea en el destino?
Esto me ha recordado a una película romántica que vi hace mucho tiempo, Serendipity. Lleva al extremo el romanticismo de la concepción utópica de destino.
Para mi, el destino es un libro con finales alternativos. "Si quieres que María corra hacia el túnel ve a la página seis, si quieres que se esconda en un baúl ve a la doce." No hay un destino para cada persona, hay varios y nuestras decisiones nos acercan a finales positivos o negativos. Nadie está destinado a pasarlo mal si toma las decisiones correctas, cosa que no siempre es fácil.
El problema es cómo saber que la elección nos lleva hacia el destino correcto, cómo saber si hemos entrado en el tren apropiado. No podemos saberlo hasta que lleguemos.
Si no hubiese ido a mi colegio, no habría tenido que presentarme a selectividad en septiembre.
Si no me hubiera presentado a selectividad en septiembre, habría tenido plazas en Trabajo Social.
Estaría en otro campus, en otra facultad, con otra gente.
Si hubiera escogido el turno de mañana en lugar del de tarde.
Si no hubiera empezado en la diplomatura y no hubiera decidido cambiarme a grado, ahora mismo no conocería a las personas que conozco.
Y así un largo etcétera.
Si hubiese sido de ciencias y no de letras.
Si hubiese sido de derechas y no de izquierdas.
Si hubiese vivido en pleno Madrid y no en la conchinchina.
Si hubiese aprendido a montar en bici de pequeña.
Si hubiese nacido tan solo un par de semanas más tarde.
Habría estado en otro curso.
Me habría graduado en otro año.
Y de nuevo no habría llegado a la facultad en la que estoy con la gente con la que estoy.
¿Hasta que punto las casualidades son solo eso?
Puede ser casual coincidir en la calle, llevar el mismo color el mismo día, tener los mismos gustos, tener amigos en común... pero, ¿es casualidad que todos mis esfuerzos por ir a otro lugar, me llevaran al actual?
Podía haber aprobado en junio, haber ido a la facultad de Políticas, hacer un recorrido diferente al que hago a diario. Podría haber cambiado las opciones alternativas en la solicitud de universidad. Siempre quise hacer periodismo o derecho o incluso psicología. Pero aquí estoy, en una carrera que yo no conocí hasta poco antes de matricularme.
¿Por qué he llegado aquí y no a otra parte?
¿Por qué con unos y no con otros?
¿Por qué ahora y no antes?
¿Por qué ahora y no más adelante?
Puede que solo seamos títeres de nuestro inconsciente, que nos maneja, nos lleva y nos trae a donde se supone que debemos estar, aun cuando creemos que queremos todo lo contrario.
¿Somos nosotros los que nos manipulamos o es el destino quien decide las cartas?
No sabemos hacia dónde vamos. Damos palos de ciego. Jugamos a prueba y error. Efecto cortocircuito, aprendemos de cada calambre. Tendemos a alejarnos de lo que creemos que nos hace daño. Pero somos humanos, seres teóricamente racionales que a veces olvidan el simple instinto de supervivencia y se lanzan contra el muro protector que han creado a su alrededor. ¿Por qué? ¿Hemos podido equivocarnos al construir nuestra protección? ¿Y si lo que tanto miedo nos da es precisamente el destino feliz? ¿Y si vamos irremediablemente hacia la catástrofe por no intentar superar la piedra que ya nos hizo caer en lugar de esquivarla?
Aun así, alguien podría decir "has llegado donde estás por una serie de casualidades estúpidas". De acuerdo, pero no he llegado sola. ¿Cuántos a mi alrededor podrían estar ahora mismo en otro sitio si tan solo una de sus decisiones hubiera sido diferente?
¿Hasta qué punto es casualidad la convergencia de tantas otras circunstancias casuales? El destino no depende solo de una persona, depende de su entorno.
Mi amigo me ha preguntado que si estamos destinados a algo que no nos va a gustar y olvidamos nuestras metas como un futuro no escrito, no tendríamos ilusión de vivir. ¿Quién ha dicho que las metas no sean parte del plan fijado para cada uno? ¿Qué pasaría si el destino de alguien fuese rendirse y ser infeliz, se podría culpar a la falta de meta propia o al patetismo en el que se sumiría esa persona en un intento absurdo por nadar a contracorriente? ¿De qué te sirve oponer resistencia y dejar de tomar decisiones si eso en sí ya es un camino hacia algún lado?
Por ahora, sigo saltando las páginas de mi libro en busca del final alternativo que me corresponde. Desarrollamos nuestra historia en base a nuestras preferencias. Nunca pueden elegir por nosotros, si lo hacen estaremos en el camino de otro esperando a ser arrollados por cualquier camión.
Seguiré soñando con que todo es obra del destino, que mi Serendipity está cerca y que por muchas trabas que me pongan, al final el accidente afortunado vendrá cuando menos me lo espere.
O quizá todos hemos visto ya nuestro destino, pero no lo hemos sabido reconocer.
 Hasta que llegue el día en que se alineen los planetas y nos llegue una señal cósmica en forma de colleja gigante, nos toca vivir el día a día, pensando que todo es mera casualidad o que, como dice cierto personaje de cierta serie:
 "El Universo siempre tiene un plan".
Como niños pequeños que acaban de ver Aladdin buscamos un genio que cumpla nuestros deseos. No hay lámparas que frotar, ni alfombras voladoras, somos nuestro propio genio y si queremos algo tenemos que ganárnoslo.


¿Presente o futuro?
¿Casualidad o destino?
¿En qué te basarás para vivir mañana?


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