viernes, 10 de agosto de 2012

Errores cometidos y por cometer




Bueno, hoy no voy a hablar de idílicas escenas de amor y romance. Hoy quiero hablar de errores, de cosas que fueron de una forma pudiendo ser de otra. Y, sobre todo, de si verdaderamente fueron errores o solo pasó lo que tenía que pasar.


La primera vez que vi mi universidad fue con D. Él decía que le hacía ilusión estar en el instituto y decir que tenía una novia universitaria. Nunca llegamos a estar juntos. Durante mucho tiempo pude y no quise y cuando quise ya no pude. ¿Fue un error dejar pasar la oportunidad de estar con alguien que en apariencia me quería muchísimo? No, porque con el tiempo me he dado cuenta de que no era amor, era solo eso, apariencia.

La primera vez que alguien fue a buscarme a la salida de la facultad, fue P. Ella era diferente, me quería de verdad. Sin tapujos, con discusiones y gritos, con drama y emoción. Con dolor. ¿Fue un error dejar que se fuera de mi lado una y otra vez? No lo creo. Ella me hizo madurar, me hizo confiar un poquito más en mi misma y cuando al fin volvió a aparecer en mi vida me di cuenta de lo mucho que habíamos cambiado. Ella, más insegura. Yo había convertido su ausencia en rabia y aquel encuentro resultó en un beso y una patada a la pared. Me di cuenta de que siempre sería especial para mi, pero que tal vez nunca fuimos la una para la otra.


El otro día me preguntaron con quién me seguía llevando de mi antiguo colegio. Solo con una persona, contesté. ¿Por qué? Porque no me cae bien la gente. Y sinceramente creo que es algo mutuo, igual que creo que no vivimos en un mundo color de rosa donde todos tenemos que llevarnos con todos. Haber pasado unos años a unos metros de una persona en una clase con pupitres y uniformes no nos convierte en amigos para siempre. No nos convierte en nada. Solo en un "Ah si... el caso es que su cara me suena".


Pero nos aferramos a conservar amistades marchitas con la esperanza de que un día resurja lo que fue. Lo que está muerto no puede volver a vivir. ¿Fue un error ir separándome de la gente que un día estuvo cerca? No. Unos vienen, otros se van. Es el ciclo de la vida. Y si nos fueramos apegando a cada vestigio de nuestro pasado jamás evolucionaríamos. Seguiríamos comportándonos igual, con ligeros cambios... pero los cambios se convierten en roces, los roces en ampollas y tarde o temprano volveríamos a mi conclusión: haber sido amigos no te convierte en parte del cuerpo de la otra persona, solo en parte de su memoria.


Por otro lado, ¿qué hay de los errores que otros cometieron? ¿Qué hay de las frases tipo "hombre, delgada no estás", "eres como mi novia... pero sin serlo"? ¿Qué hay de los amigos que pegan puñaladas por la espalda por un supuesto error que cometimos? ¿Qué hay del rencor, de la infidelidad, de las mentiras y del daño causado? ¿Realmente fueron errores? No. Tuvo que pasar.


Si no viviéramos los errores de los demás, no creceríamos, no nos saldría piedra donde un día hubo inocencia. Creeríamos eternamente que las personas son buenas por naturaleza, creeríamos que la gente puede cambiar. Aún puedo oirme pensar hace un par de años "No pasa nada, si le digo lo que pienso de verdad seguro que esto cambia y empieza a verme tal y como soy" y acto seguido hubo una ruptura. O hace menos tiempo cuando decidí que ser "algo y nada" no era suficiente y una parte de mi decía "No seas tonta, ya se dará cuenta de lo que vales", y nunca lo hizo. Si no pasaran esas cosas, no aprenderíamos a cuidarnos.


No creo que los errores estén hechos para hacernos caer y levantar y jamás volver a tropezar con la misma piedra. Soy de las que creen que tropezar una segunda vez solo puede abrirte una vieja cicatriz y no crearte una nueva. Caemos, pero no para aprender a levantarnos sino para aprender lo mucho que duele el golpe y lo intenso que ha sido el momento antes de caer.


Los errores del pasado van forjando nuestro futuro. Aprendemos a odiar aunque de pequeños nos digan que no debemos. Aprendemos que los golpes duelen, que las personas mientes. Y llega un momento en el que empiezas a plantearte cosas, como yo cuando en mi paranoide tristeza romántica empecé a pensar que los columpios siempre están de dos en dos para que te des cuenta de lo solo que te sientes, que los lirios nunca llegarán, que la gente que una vez estuvo contigo tarde o temprano se va, que el destino solo existe para amargarte y que los sueños se llaman así porque solo puedes cumplirlos cuando duermes.


Y entonces, cuando tantos errores han dejado tu interior lleno de desagradables y ásperas cicatrices y espinas, dejas de pensar. Sales una noche, cometes un par de locuras, te ríes, bailas, experimentas, incluso te despides de tu último "error" y sigues hablando y riendo sin importarte nada más que pasarlo bien. Y al día siguiente sales a la calle con el maquillaje corrido, el pelo revuelto y con la mentalidad totalmente cambiada.


Y me dije: Dios, ¿cómo he sido tan tonta? ¿cómo he podido creer que él cambiaría por mí? ¿cómo he podido imaginarme un futuro con ella si nunca volverá? ¿cómo he llegado a este punto? ¿por qué nadie me dijo que a veces hay que dejar de automutilarse el corazón y empezar a crear nuevos sueños?


Ahora cada vez que entro en mi habitación miro a McFly, mi pequeña plantita de nombre friki, en abril cumplió dos años y este mes Phoebe, mi gata, cumple un año. Como dicen en la película 28 días, una vez que consigues mantener viva una planta un año, ten una mascota. Cuando la mascota tenga un año, estarás preparado para ocuparte de algo más importante que de ti mismo.


Creo que es una tontería... cargada de razón. Dejas de pensar en lo que piensan los demás de ti. Tienes algo que depende de tus cuidados para sobrevivir. Aprendes la importancia de la constancia, el interés y el cariño. Y con un gesto tan simple de auténtico sentimiento desinteresado y sincero, ves que es así como consigues dejar de cometer ciertos errores. Obviamente no todos, porque de ellos nos alimentamos en cierto modo.


Nos convertimos en supervivientes. Vemos que podemos valernos por nosotros mismos y podemos ayudar a los demás a sobrevivir. Comprendemos que somos importantes aunque solo sea para algo o para alguien. Que somos necesarios.


Y aunque sigamos cabreándonos con nosotros mismos por volver a tropezar estaremos completamente seguros de que nos volveremos a levantar para pegar un puñetazo a nuestra inseguridad y darle un empujoncito hacia el pozo del que nos acabamos de salvar.


Porque hay muchos sitios por los que caerse 
y muchos paracaídas que utilizar.