viernes, 4 de mayo de 2012

Vivir en las nubes o sentir la Nada.


Es un hecho, todo cambia cuando llueve. Todo es de otro color, otra textura, otro olor, otras emociones.  Me gusta. Hace una semana más o menos le prometí a alguien que dedicaría un rato cada día a olvidarme de todo lo que me está agobiando, preocupando y deprimiendo, que pensaría en lo que me apeteciera y me gustara. 


Así que hoy, en lugar de abrazarme a mi almohada y pensar en todo lo que podría ser y no es, en lo diferente que podrían ser las cosas, he decidido que, después de hacer una hora de fitness y yoga, lo mejor que podía hacer era tumbarme en el suelo mirando por la ventana y dejar la mente en blanco. En ello estaba cuando se ha puesto a llover. De unas delicadas gotas a una lluvia torrencial. Me he dado cuenta de que la lluvia es como nuestras lágrimas, a veces lloramos de golpe y en cuanto la nube de nuestra mente descarga paramos sin pensar. Otras veces lloramos con tanta sutileza que a penas se oye o se ve, nadie sabe qué está pasando hasta que deja de chispear la soledad y, o bien estallas en una tormenta, o bien te calmas y haces como si nada hubiera pasado, secando tus mejillas como quien se acaricia el pelo.


En la Antigüedad los Dioses fueron creados para explicar lo que sus conocimientos aun no podían abarcar. Los sueños, el sol, las tormentas... Creo que no iban tan mal encaminados cuando personificaban todos los acontecimientos que no podemos controlar, simplemente porque en mi opinión son, ni más ni menos, que una metáfora de nuestras emociones a nivel universal. No dependen de nosotros, ni nosotros de ellos, pero reaccionamos igual. Unas veces tenemos días soleados, otras veces somos fríos... No somos más que la representación humana de los juegos naturales. 


Hubo un tiempo en el que nuestros antepasados, y aun hoy lo hacen algunas culturas, bailaban la danza de la lluvia, pidiendo al cielo que se derramara sobre sus cosechas, sobre toda la tierra. Más tarde los caminos se separaron, unos decidieron que la lluvia era un impedimento, que despeina, moja la ropa, arruina ocasiones... 


Otros, como yo, decidieron que no hay nada más bonito que un día lluvioso, un beso bajo la lluvia, un abrazo en un portal para resguardarse, bailar bajo la lluvia y jugar con un paraguas gritando Singing in the rain.


Hoy yendo a la facultad, solo un cd se repetía en mi cabeza, un cd que hacía años que no escuchaba y que pensaba que ya ni siquiera me gustaba, "Estrella de mar" de Amaral. Pero canción tras canción encuentro frases, ritmos y emociones que solo puede entender quien ha sufrido por amor, quien ha sido feliz y quien quiere volver a serlo. 



Porque todos tenemos miedo de volver a otorgar significado a cada reflejo, a cada nota, cada beso, cada mirada. Puede que no lo sepas, pero tienes miedo si ya has sufrido. Recuerdo haber dicho hace poco "No me hagas daño", pero lo que realmente quería decir es "No vuelvas a romper algo que ya estuvo hecho cachitos".


 Cuando pensaba que ya me había librado de los miedos de mi pasado, vuelven con un solo "Hola", y yo me pregunto: ¿Qué quiere de mí? ¿No le bastó con romperme y dejarme sola, triste y hundida? ¿No fueron suficientes las discusiones, las peleas y las lágrimas? 
No entiendo nada. Pero ahora estoy segura, estoy completamente segura de que aunque nunca puedas olvidar a tu primer amor no quiere decir que sea el correcto. No significa que tengas que pasarte toda la vida aspirando a ser perfecta para esa persona, porque si alguien te quiere tiene que hacerlo tal y como eres y si dos personas no encajan es que no deben estar juntas. 


Ahora cada vez que pienso en mi presente y olvido los llantos del pasado, no puedo evitar sonreír como si fuera una cría que desenvuelve los regalos debajo del árbol una y otra vez. A veces no puedo abrirlos, pero se que están ahí y que tarde o temprano los tendré conmigo.


¿Por qué los errores del pasado se quedan con nosotros? ¿Es para atormentarnos? ¿Para advertirnos? ¿Para vigilarnos? ¿Para hacernos más sabios? ¿Para madurar? Pues yo ya estoy harta. Me he cansado de que me digan "Sé que algún día acabaréis juntas", "Es vuestro destino". ¿Y si yo ya no lo creo? ¿Y si creo que el destino no define a las personas, sino que las personas definen su destino? 
Está bien, todos lo sabemos, podía ver nítidamente como sería un futuro familiar a su lado y no me asustaba, no me agobiaba y no tenía miedo. Pero entonces volvía a la vida real y me daba cuenta de que no duraríamos, de que una relación no puede ser como una cerilla que cuanto más choca, menos dura. 


Tampoco negaré que me rendí. Empecé a pensar que tenía que conformarme, que no me merecía ser feliz, que no podría serlo, pero que al menos intentaría que alguien lo fuese gracias a mi para compensar  el dolor que una vez causé. 
No es así, no es tan sencillo. No puedes renunciar a la felicidad como quien rechaza un chicle. Porque está ahí, está dentro de nosotros y busca la manera de salir. A veces la coraza que creamos para mantener lejos lo que nos aterra, es la misma que utilizamos para limitar nuestras esperanzas, nuestras expectativas y nuestras ganas de seguir adelante y de no rendirnos. 


La persona que me dio fuerzas para poder con todo fue la que sin saberlo me quitó la energía para seguir, pero también me hizo creer en el amor más que las películas, más que los cuentos, ¡más que disney! y eso no se lo pudo llevar. Porque cuando se marchó, no se pudo llevar con ella mis sentimientos, los guardé, tan profundamente que casi desaparecieron del mundo. Los guardé en una caja y esperé y esperé hasta que se enfriaron.


No quería volver a sentir ese vacío, a sentirme perdida entre tanta gente. Así que una y otra vez intenté hacer felices a otras personas, intenté ser lo que un día fueron para mí. Sin éxito. Ellos no sintieron nada, fallé y me dolió como si volviera a cometer de nuevo el mismo error, pero sin ser así.
Eran personas diferentes, sentimientos diferentes y todos terminaron igual... en Nada.
Hasta que me cansé de verdad de hacer el tonto y de intentar llenar ese hueco con relaciones sin sustancia que a la larga solo me aportaban disgustos. Pensé que era mejor dejarlo estar, que cuando llegase llegaría.


Y sin esperarlo volví a sonreír. Sin relaciones, sin amor. Empecé a quererme un poco más, a ser más yo y menos lo que buscan los demás. Cometí algún que otro error más en un par de días de locura y noches que borrar. Hasta que uno de esos errores pasó a ser algo más. Y ahí estaba el quid de la cuestión, las corazas no nos protegen, nos asfixian y es solo cuando por fin buscamos respirar cuando nos damos cuenta de que el aire es mejor ahí fuera aunque haya contaminación, ruido y dolor, también hay lluvia, pájaros y música. 


Entonces, ¿qué? ¿Un "hola" puede abrir viejas heridas o puede demostrar que las puertas se cierran y los recuerdos son como llamadas telefónicas que van y vienen y dejan en ocasiones un amargo regusto? Voto por lo segundo, por no ser esclavos de los cerrojos y las llaves, por no tener que esforzarnos en no abrir lo que un día cerramos a cal y canto. 
Voto por mirar más allá de la mirilla, por echar un vistazo a lo que el mundo nos ofrece y una vez hecho eso, será imposible volver a la burbuja que nos recluía, por mucho dolor que sintamos, por mucha pena, por mucho miedo, lo que espera siempre será mejor.


Que vuelvan mil fantasmas del pasado, yo les miraré paseando sin miedo por todos los tejados. Seré quien quise ser y no me atreví. Dejaré de pensar en el dolor de un corazón roto, para hacer más pequeñas las cicatrices que ya tengo. Y si vuelvo a caer, no tendré miedo, no perderé la esperanza ni el valor. Lloraré, curaré de nuevo mis heridas y volveré a subir con cada caída a un tejado aun más alto. Y si un día me caigo desde las nubes será porque por fin aprenda que es mejor soñar realidades que vivir pesadillas. 


Vivir en las nubes es pisar la realidad con valor y una sonrisa.

2 comentarios:

  1. Me siento identificada con mucho de lo que escribes. Un saludo.

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  2. Super, soy muy soñadora y aunque hayan personas que con algunas acciones nos hagan sentir vacías, infelices, inútiles para enamorar, definitivamente no se puede atar un corazón que no quiere quedarse. Los corazones son libres, libres para amar, para sentir, para anhelar, pero también para decidir cuando es conveniente dejar ir a esa persona con la que estarías dispuesta a caminar por el sendero de la vida, y aunque me parta el corazón, tengo una vida llena de alegrías, emociones, experiencias y muchísimas metas, deseos y sueños que no dejaré atrás por pensar en ti. Yo soy importante, mi vida es muy valiosa para desperdiciarla de tal forma.

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