jueves, 10 de mayo de 2012

Despedidas cargadas de reencuentros.



Anoche tardé mucho en poder desconectar y mentalizarme de que tenía que dormir. Se me cerraban los ojos y aun así no conseguí dejar de pensar una y otra vez en lo mismo. Cada Adiós. Cada último beso. Cada cuenta atrás.


No dejaba de darle vueltas a que puede que en lugar de vernos en Junio nos veamos en Julio... desde Abril. Después de haber pasado en un solo mes 14 días conviviendo juntos primero en Madrid y luego en Murcia... ahora se me hace muy difícil pensar en estar tanto tiempo lejos. Y me acuerdo de subir al tren y verle por la ventanilla, y de como lloré hasta dormirme en el trayecto para variar. 


O esos minutos previos mirando el reloj de la estación. La gente apelotonándose en el andén y nosotros sin despegarnos. Esos segundos en los que se me agarra algo al estómago y yo pienso "No llores Á, no llores" aun sabiendo que es inevitable.


Y el tren para delante de todos los que esperan, abre sus puertas y arrastro mi maleta como si llevara piedras. Eran las seis de la mañana y yo no quería dormir, no quería comer, no quería subir a ese vagón, solo quería quedarme parada y ver como se iba el tren sin mi.


 Pero subí y se acabó nuestro abril juntos, sabiendo que tardaríamos más que nunca en volver a vernos por culpa de la universidad. Sabíamos que iba a ser complicado desde el día que empezamos juntos, sabíamos que habría muchas despedidas, que nos echaríamos de menos. Lo que yo no sabía es que iba a agobiarme el tiempo, que cada segundo se me iba a hacer eterno esperando volver a vernos. No sabía que sentiría la necesidad física y emocional de estar a su lado y que iba a ser tan tremendamente complicado alejarse cada vez.


Me acuerdo de todas las veces que he escrito en este mismo blog sobre trenes, metáforas y fotografías de vías, vagones y parejas. Supongo que si algo te parece tan romántico es inevitable que acabes buscándolo de manera inconsciente. Y así, me subo, se pone en marcha y lo que siento en el estómago me recuerda a cuando nos vamos a volver a ver. Me pongo nerviosa. Primero porque voy a poder volver a verle, a abrazarle y a hablar con él sin máquinas de por medio. Después porque me pregunto el tiempo que pasará hasta que eso vuelva a suceder.


Recuerdo cada segundo y pienso que por mucho que se haga esperar, no voy a irme a ningún lado. Ahora que he encontrado algo que de verdad vale la pena mantener, prefiero estar triste y llorar en cada despedida porque sé que tarde o temprano volveremos a perdernos por calles solitarias con el coche y a estar juntos como si las horas y los días no importasen.


Ahora toca dejarnos un poco a un lado, meternos entre libros y apuntes esperando que los exámenes pasen volando. No quiero ser la prioridad de nadie, quiero que lo primero sea terminar el curso para después poder estar como me gustaría estar ahora mismo... perdida entre otros libros, como el día de Navidad que nos asfixio la muchedumbre, pero que en el fondo... ya nos buscábamos. 


Dicen que las relaciones a distancia no funcionan. Que las despedidas son fatales. Que la confianza se resiente y la pasión se agota. Que nos olvidamos, nos separamos o perdemos la ilusión. Pero he visto relaciones a kilómetros que han salido bien, sé que prefiero estar tres meses lejos y vernos con la misma pasión en cada encuentro, que perderlo todo en la monotonía del día a día en la misma ciudad. 



Que lo mejor de discutir es reconciliarse...






Y lo mejor de despedirse es volverse a encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario