domingo, 17 de julio de 2011

¿Y a ti, te van a esperar?

  
"No recordé cómo llorar...
y te mentí por proteger una verdad...
<<un beso, adiós, 
que pierdo el tren...
seguro que tal vez 
nos volveremos a encontrar...>>
Y ya no te ví...
te ha tragado la ciudad,
y el horóscopo me cuenta que voy a ser muy feliz...
Suena típico decir que no puedo estar sin ti...
Entro en un bar, 
pido un café...
tras el cristal pasa la vida un día más...
Unos que vienen, 
y otros que irán...
Seguro que tal vez 
nos volveremos a encontrar...
Y esa de allí se parece un poco a ti...
con el pelo algo revuelto 
y una sonrisa infantil...
Suena estúpido decir que no puedo estar sin ti...
Acabo el café, salgo de bar,
se encoge mi piel, esta noche va a refrescar...
La chica se fue...
y vuelvo a pensar...
seguro que tal vez 
nos volveremos a encontrar..."
Nos volveremos a encontrar, Luis Ramiro.

 En el mundo hay millones de personas.
Hay gente en diferentes países.
En diferentes ciudades.
En diferentes pueblos.
En diferentes barrios.
Podemos viajar, mudarnos, cambiar de trabajo, de universidad, de colegio.
Podemos conectarnos con miles de desconocidos de todas las partes del mundo.
Pero nunca habrá nadie que nos conozca a todos.
 Ninguno de nosotros podrá saber jamás si se rodea de las personas adecuadas o si hay otros en la otra punta del planeta con quien tendría mayor afinidad.
Podemos correr por todo el globo y lo único que aclararemos es que es imposible vivir si te planteas que hubiera pasado si hubieses nacido en otro sitio, si hubieras hablado un idioma distinto, si no tuvieses cerca a la misma gente.

 ¿Habría sido más feliz? ¿Sería diferente mi personalidad? ¿Mis elecciones seguirían los mismos patrones? ¿Me gustaría lo mismo? ¿Sería yo misma? ¿Qué es lo que nos define? ¿Nuestra ciudad? ¿Nuestra familia? ¿Nuestro entorno en general? ¿O es algo que llevamos dentro y que prevalecería en cualquier lugar?
Muchas veces me he planteado con L. y con B. que habría sucedido si nuestros padres no hubieran sido amigos, pero nosotras nos hubiéramos conocido en otra situación. ¿Qué habríamos pensado las unas de las otras? No creo que nos hubiéramos caído bien, no nos habríamos dado la oportunidad de conocernos, no nos habríamos influido y cambiado.
 ¿En qué basamos nuestros intereses? ¿Por qué nos gusta una música y no otra? ¿Por qué nos gusta una comida y no otra? Si alguien no creciese en un entorno cultural específico, si fuera un auténtico ciudadano del mundo, ¿qué le diferenciaría de los demás?
 ¿Los musulmanes serían musulmanes si hubieran nacido en Alaska? ¿Los hindúes se habrían encontrado con su religión en México? ¿Los católicos lo serían si nacieran en Sudáfrica? ¿En qué momento uno descubre cuál es su religión, cuál es el verdadero Dios en el que creer? Si para cada uno de ellos solo hay una verdadera fe, si hubieran nacido en un poblado apartado de la civilización... ¿habrían encontrado entonces su camino?
Si una creencia está tan condicionada por nuestro lugar de procedencia, ¿cómo saber cuál es la correcta? ¿Hay realmente alguna creencia que descarte a las demás? ¿Por qué tu creencia va a ser más válida que la suya? ¿Por qué en vez de compartir los puntos en común de cada religión durante siglos solo ha habido disputas?
 ¿Un nazi se identificaría con esa ideología de haber nacido en Israel? ¿Un comunista tendría los mismos pensamientos de haber nacido en la Edad Media? ¿De qué nos sirve el progreso y la globalización si a la hora de la verdad cada uno es de su padre y de su madre y no ve más allá?
Entre tantas personas, ¿cómo hacer que alguien nos vea como algo más que uno en la masa? ¿cómo podemos creer que encontraremos nuestro lugar en el mundo, si no hay tan siquiera espacio para la individualidad? ¿cómo nos hemos tragado que somos especiales? ¿cómo no pensar que solo somos una hormiga más en este agujero?
Estamos rodeados, pero incompletos. Camino por las calles de Madrid y solo veo rostros extraños, igual de perdidos que yo. Trato de ver dónde encajo de todo esto. Y es entonces cuando lo veo...
 No hace falta que el mundo te vea como un ente independiente, puedes formar parte del enjambre sin perderte a ti mismo. ¿Cómo es posible? Porque aunque haya millones de personas a nuestro alrededor y no sepamos quién es mejor para nosotros, no hace falta.
No necesito encontrar a la persona perfecta cruzando mares y montañas. Porque las personas perfectas ya están aquí. Podría pasarme la vida entera sin querer por pensar que por cruzar una frontera más iba a ser más feliz con otra gente.

Podría creer que mi alma gemela vive en el Polo Norte.
Podría imaginar que mi hipotética mejor amiga vive en Islandia.
Pero, ¿de qué me serviría? ¿para qué mirar a lo lejos si lo que te hace feliz está a la vuelta de la esquina?
De millones de personas, no tenemos porqué querer destacar, porque si de verdad somos como tenemos que ser la individualidad nos la darán nuestros actos y nuestras elecciones, no el renombre que tengamos ni la fama ni el dinero.
Sí, nunca sabrás si has elegido a las personas perfectas para compartir tu vida, pero hay una cosa que sí puedes saber: ¿Te hacen feliz?¿Te gusta el sonido de sus risas?¿Te entristeces si están mal?¿Les echarías de menos si no estuvieran cerca? Entonces, ¿por qué seguir buscando?
Hoy he estado pensando en que B. se va un año a Viena. Un año entero lejos, sin compartir lágrimas, abrazos y sonrisas. Pero no pasa nada, porque cuando alguien te importa de verdad no importa lo lejos que esté ni el tiempo que esteis sin veros, lo que realmente importa son los momentos.
Sé que poco a poco todos nos alejaremos. Unos se irán un año, otros unos meses, algunos quizá no vuelvan. Como ya he dicho, hay millones de personas en este mundo, es imposible conocerlas a todas, pero una vez que has elegido a quien quieres tener cerca, no importan los kilómetros porque no se habrá ido del todo.

Pero no podemos tampoco engañarnos y pensar que es así de fácil. No solo tenemos que elegir a quien queremos tener cerca, también tenemos que ser elegidos.
Si yo me voy y alguien quiere tenerme cerca, pero yo no, no hay nada que hacer. Es un juego de reciprocidad. Es la ruptura de la racionalidad, porque lo lógico sería empezar de cero, sin dolor, sin echar de menos... ¿pero a quién le gusta lo fácil?

La gente siempre se va...
...pero a veces vuelven.
 La distancia, Luis Ramiro
 
Todos nos vamos, pero...
 ¿de qué sirve irse si nadie te espera al regresar?

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