
Es increible como a veces es más fácil ser tú mismo cuando ocultas tu identidad. Está claro que muchas de las visitas que recibe este blog son de personas que me conocen, pero hay otras que no saben quién soy y aun así ahora pueden conocerme.


Se puede tener mucho en común con alguien y odiarle. Puedes encontrar a una persona totalmente diferente a ti, pero que sepa conocerte y quererte por como eres.
Anoche hablaba con E. mientras cenábamos de que le habían dicho muchas veces que era interesante y ella había respondido que eso es porque no la conocían. ¿Dónde está entonces la clave del interés? ¿Nos interesamos por aquello que no conocemos?¿Por el misterio de lo que se esconde detrás de lo desconocido? ¿Cómo podemos saber si le caemos bien a alguien por como somos y no por lo que creen que somos en el fondo?Muchas veces queremos que alguien sea lo que no es. Queremos que cambie sin ser conscientes de que no es justo intentar que alguien sea de otra forma. Quién no ha intentado alguna vez que sus amigos pensasen igual, que no hubiera disputas ni discusiones por criterios diferentes. Pero en mi opinión lo bonito de las relaciones sociales es precisamente el conflicto, las diferencias. Obviamente no me refiero a complicaciones serias sino al mero hecho de poder debatir. Si todos nos hiciéramos amigos solamente de quien tiene la misma opinión que nosotros, ¿con quién íbamos a poder discutir amistosamente?
No, la vida es algo más que similitudes. Necesitamos el equilibrio. El yin y el yang.

Esto me ha recordado a las veces que me han dicho que me parezco a ellos. Nadie se pone de acuerdo. Unos dicen que soy como mi padre, otros que soy como mi madre. Soy la prueba de que entre dos personalidades opuestas puede existir la armonía.
La mitad del tiempo no me entiendo a mi misma, soy bastante rara no lo vamos a negar, pero si puedo vivir siendo de dos mitades tan distintas, quiere decir que aunque no me comprenda el equilibrio es posible.

Odio la arena de la playa y la forma que tiene de pegarse al cuerpo. Odio cocinar. Odio a la gente que quiere demostrar por encima de todo que es mejor que tú en algo. Odio las películas del oeste. Odio que me digan lo que tengo que hacer. Odio a las personas cerradas de mente que se ríen de mi cuando hablo de cosas que me interesan. Odio a la gente con la que no se puede discutir porque no saben argumentar sus ideas. Odio a los saltamontes, a las cucarachas y a los payasos de todo corazón. Odio que la gente ponga palabras en mi boca que no he dicho. Odio las algas del mar. Odio que me intenten ahogar de broma en la piscina porque me da miedo. Odio que la gente no se esfuerce es conocer a quienes les rodean y se dediquen a juzgar sin más. Odio que me traten como si fuera una pobre inocente. Odio que me consideren una niña para algunas cosas, pero demasiado mayor para otras. Odio que me toquen la cara cuando tengo calor. Odio que me cambien los planes a última hora. Odio pensar que todo lo que empieza, termina.
Me encanta oir la lluvia por la noche. Comer pastelitos de chocolate. Y bombones. Entrar en las floristerías pese a la alergia. Abrazar a Bombur (un perro de peluche que hay en mi cama) cuando estoy triste. Tirar cosas a la basura cuando estoy nerviosa. Pasear en invierno por Madrid. Poner caras a los niños pequeños con los que me cruzo y sacarles la lengua para que sonrían. Dormir con el muñeco de Mickey que me regaló mi abuela cuando era pequeña cuando me da por llorar. Que me abracen y me besen porque sí. Reírme sin motivo. Llevar un desorden extremadamente ordenado en mi vida. Planificar las cosas con antelación. Ver como cambia de color el agua según el tiempo que dejes el té.
Una vez más, me desahogo tontamente de pensamientos absurdos sobre la sociedad y las diferencias. ¿Por qué la gente cree que hay que rodearse de iguales? En la diferencia está la belleza.
¿Prefieres a tu alma gemela o a tu otra mitad?
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