domingo, 18 de noviembre de 2012

Volviendo a creer

Esta mañana he oído decir: "He dejado de creer en el amor". Y he pensado en todas las veces que durante un segundo había dicho eso mismo. Me he acordado de las veces que me han roto el corazón. Los engaños, las malas formas, las rupturas, la sensación de no haber encontrado a la persona adecuada.


"He dejado de creer en el amor", la frase más triste que puede salir de los labios de una romántica empedernida. Una auténtica pedrada a los ideales holliwoodienses basados en utópicas relaciones que parecen no llegar nunca.


Es como cuando en Peter Pan decían que si los niños no creían en las hadas, todas ellas morirían. El día en que dejas de creer en el amor es el mismo día en el que te vuelves incapaz de vivirlo.



Y si no existiera... no habría más canciones de amor ni harían comedias románticas, ni dramones con un apoteósico final en el que todo acaba mal pero bien al mismo tiempo.


Nadie escribiría una carta de amor, no soñaríamos con besos bajo la lluvia.


Si el amor un día desapareciera de todas nuestras mentes, desaparecerían los cuentos de hadas, solo se regalarían flores los días de la madre y a los enfermos.


No habría más cajas de bombones en forma de corazón ni noches con velas ni cenas entre sonrisas cómplices y roces de manos en el mantel.


Si no existiera el amor el argumento de todo cambiaría, incluido el de nuestras vidas. La felicidad tendría otro sentido. Y, aunque nunca nos romperían el corazón, no lograríamos sentirnos absolutamente completos... en el fondo siempre nos faltaría algo, ese pequeño punto de sal que da sabor al día a día y a los sueños de futuro o los recuerdos del pasado.


Echaríamos en falta algo que ni siquiera reconoceríamos. Por eso, como muchas personas niegan creer en el amor, otras muchas como yo tenemos que creer por triplicado para equilibrar la balanza.


Una fe ciega y contra todo argumento racional. Una creencia incuestionable de algo que, tengamos o no, veamos o no, sabemos que tiene que estar ahí. Una verdadera religión sin libros ni profetas. Una religión que existirá siempre que una persona esté dispuesta a vivirla.


Porque a día de hoy, es lo único en lo que creo. Es la razón de levantarme cada mañana... el saber que a la vuelta de la esquina me esperan mil sonrisas llueva, truene o haya un terremoto. Es lo que permanece cuando todo lo demás desaparece.


¿Tú crees en el amor?





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