martes, 17 de enero de 2012

Deambulando por Ciudad Espanto

Podría hablar de muchas cosas que han pasado. Podría tirarme durante horas hablando de como ayer Ella volvió a mi vida sin avisar, de lo injusto que es que la gente decida cuando puede y cuando no estar cerca de ti. Pero no lo voy a hacer porque he decidido que durante dos años he sabido vivir con la idea de que me dejara como lo hizo, ahora soy distinta, y quiero creer que me merezco algo más que un "te he echado de menos" después de dos años sin hablarme.
Dicho esto, el otro día estuve hablando con mi amiga E. sobre el regalo que le hice a mi hermano por reyes. Se titula Cuaderno de tormentas, de David Rubín. Me lo leí y me pareció que es más profundo de lo que me pareció en principio. Recomiendo su lectura a todos aquellos que les guste ver en las cosas algo más de lo que son, los que vean en ciertos temas "oscuros" un aire de misterio y poesía que no te lo da cualquier género.
En especial me llamó la atención un fragmento, no sé exactamente por qué,solo sé que me hizo sentir eso que sientes cuando ves por primera vez una fotografía o un cuadro que te impresiona, esa sensación de ver un trasfondo más allá.

"A la sombra de los pilares del dolor se encuentra la plaza de los Cien mil Bosques Talados, toda ella construida -y en perpetuo crecimiento- con madera fantasma de bosques cercenados para convertirse en el papel donde imprimir las infinitas obras que jamás deberían haber sido creadas.
Preside su centro la única edificación de piedra del recinto: una gran estatua que antes fue mujer de carne y hueso.
Según reza una placa a sus pies, se trataba de Sansona Domínguez, la cual decidió a su llegada a la ciudad, transmutarse en piedra, para impermeabilizarse del dolor y los sentimientos que atacaban su carne.
Si con cuidado acercas tu oído a su rocosa superficie podrás percibir un ligero sonido, como de cristales rotos, y tras él, casi imperceptible, los gritos lejanos de la dama que habita tras la piedra, de Sansona Domínguez, la mujer estatua, la del corazón blindado."

Creo que este libro habla de todos nosotros y de nadie en particular. Todos somos buscadores de historias como el protagonista y todos somos habitantes de Ciudad Espanto. No puedo evitar ver reflejados aspectos de mi vida en algunos personajes, contener la respiración con algunas frases, soñar y recordar con escenas fantásticas que no son más que una metáfora de la realidad.

"Me topé con un fugaz acompañante que amenizó mi travesía por La Encrucijada de las Mil Caídas.
Se trataba de Augusto Madero, una marioneta que cansada de bailar siempre al seguro pero monocorde son dictado por el Gran Dios Titiritero, rompió sus ataduras y salió a recorrer mundo.
Desconoce los peligros que saldrán a su encuentro en su vagar sin rumbo, solo le preocupa avanzar, más rápido, cada vez más rápido, por miedo a que su pasado de cuerdas y dedos le bese la espalda.
Porque, según Augusto, ese es el único camino que está seguro de no querer recorrer."


¿Cuántos libros leemos que nos dejan indiferentes? Esta vez, lo he encontrado, al fin, un libro que me hace vibrar con cada frase y con su lúgubre y a la vez mezcla de colores, con su estética, sus ilustraciones tan raras como geniales, su historia, que es mi historia y la tuya y la de todos.


"Mientras descansaba pasó ante mi Elda de la Duermevela, una hermosa mujer que, no hacía mucho, había tomado la decisión de recorrer la Avenida Destino. Se construyó una máquina espacio-temporal y se lanzó a la aventura, no le asustan los peligros que puedan asaltarla, ni la idea de no llegar nunca al final de Destino, va armada con su mejor sonrisa, un pájaro que inventa cuentos solo para ella y sus ganas de abrazar tiempos nuevos. 
'¡Y que llueva!' -piensa Elda para sí- mientras los adoquines de la Avenida Destino se tornan alfombra roja a su paso."


Y de la misma forma que me enamoré del rincón creado por Carlos Ruiz Zafón en mi libro favorito, La sombra del viento, me descubro a mi misma resguardándome de la lluvia de Ciudad Espanto junto con el protagonista en el único sitio que puede igualar mis deseos utópicos al Cementerio de los libros olvidados, leyendo Cuaderno de Tormentas te resguardas por un segundo en La biblioteca de lo nunca escrito...

"un inmenso contenedor de obras jamás perpetradas, fruto del sueño y el delirio, cuyas estanterías están repletas de libros fantaseados, nunca plasmados en papel, un quiero y no puedo sin fin encuadernado en cuero de primera calidad."


..."un quiero y no puedo sin fin encuadernado en cuero"... y me da por pensar en las mil historias que han pasado por mi cabeza, todas las que están en papeleras del metro de Madrid o las que ni siquiera llegaron a rozar el papel. Pienso en lo que me hace sentir la gente en el metro o en el tren, esas miradas perdidas, esas mentes refugiadas en sus propios pensamientos, esa cantidad de historias por contar, de sueños por cumplir y de fatiga. Veo hombros caídos, veo miradas de soslayo, veo tristeza y veo besos. Me rodean historias que nadie cuenta, que todos ven y que mañana nadie recordará. Y pienso una y otra vez en todas esas frases garabateadas en papeles, en pañuelos, en mi propio brazo... y veo como se arrugan y caen al fondo oscuro de un contenedor o como se borra la tinta al frotar bajo el lavabo pensando que nunca escribiré nada que merezca la pena ser escrito... allí están todas, esperando, en La Biblioteca de lo Nunca Escrito. Allí está una parte de mi que nunca saldrá...
Y allí conocí a Doña Nadie: 
"La llaman Doña Nadie, y casi siempre llega tarde para detener a los malhechores, pero eso no la frena, pues está en su naturaleza velar por la felicidad inalcanzable y utópica. Se alimenta luchando contra sombras y dragones, combatiendo el infortunio y la desolación, pilares de la sociedad de Espanto. 
No le importa no vencer, ni los golpes que reciba, para Doña Nadie la única opción posible es la del combate, no rendirse nunca sea cual sea la adversidad. Dicen que sufrió tanto que ya no le tiene miedo a nada, a nada salvo a quedarse con los brazos cruzados ante el terrible destino al que esta ciudad cree verse abocada. 
Y no va a ceder."
Todos somos Doña Nadie, somos Augusto Madero, somos Argimiro Minotauro que aburrido del mundo se arrancó los ojos y eligió "como amante, la brisa en la cara, como amigos, el calor del sol y el frescor de la lluvia", todos hemos visto alguna Elpidia Lacuna que "cuentan que las calles que recorre son regaladas de sol, que la gente a su paso sonríe sin saber porqué", todos luchamos en Ciudad Espanto, un lugar de miserias, de humanidad desgastada por la vanidad, el dolor, la angustia, el estrés, la soberbia... Vivimos en cualquier ciudad, pero todas están en Espanto, es el lugar de los desheredados, de los corazones rotos, los sueños olvidados y las esperanzas perdidas. Es por donde todos hemos deambulado en algún momento de nuestra vida... y sino, lo haremos tarde o temprano. Es el más puro sentimiento humano, el miedo a todo y a nada, el quererlo todo y no luchar lo suficiente, el querer volar y no saber cómo.

Y entonces me encuentro al pasar una página... con la representación gráfica de algo que me acosa casi todas las noches, ese vacío momentáneo, el despertar brusco, la soledad, el abrazar a la almohada tras una pesadilla... Aquí está y se llama Mediasombra.

"Nació sin alma. En compensación a su carencia la Fortuna le otorgó la capacidad de invocar, cada noche, a un soñador, al cual le roba un fragmento de alma, para seguir existiendo.
De ahí dicen, viene la sensación de vacío temporal que le invade a uno cuando despierta de una pesadilla."

Yo solo quiero que esté ahí y me abrace cuando venga Mediasombra y que sin saberlo, solo por estar ahí, el monstruo no se lleve nada de mí y que al despertar no sienta que me han golpeado por dentro... que suspire sonría y me abrace a su cuerpo más fuerte.
Y así página tras página me topo con una historia de amor que no veía venir. Él solo buscaba historias que contar, ella tenía muchas cosas que quería olvidar. Ella le llevó al Mercado del pecado delator y él compró un amuleto para ella que "quien lo porta no deseará separarse jamás de la persona que se lo ha regalado, y eso es justamente lo que yo deseaba, no dejar de caminar con ella, seguir descubriendo nuevas maravillas que apuntar en mi cuaderno a su lado, que jamás suelte mi mano"...

"¡Surtió efecto! 


(...) Nos entregamos por fin a la pasión. 


(...) las caricias recorrían nuestros cuerpos con seguridad, como quien se conoce de toda una vida. 


(...) nos regalábamos el uno al otro. Cuanto más me enredaba en ella una extraña sensación me asaltaba...


(...) Y yo, recuperando el aliento, me maldije por volver a emborracharme, de nuevo, con el despiadado veneno del amor. Maldito y feliz, volví a abrochar mi camisa mientras ella me dedicaba la mejor de sus sonrisas." 


(...) "Y sin terciar ni una sola palabra más, me dedicó su espalda y se fue. Tan rápido como me había embriagado de ilusión, consiguió hacer añicos el castillo de naipes que era mi cordura."



(...) "La carcomida esponja que es mi corazón se contrajo hasta hacer daño por lo que vi al franquear la entrada... allí estaba ella, de nuevo, tan hermosa y desconcertante como la primera vez que la vi."



Y así palabra tras palabra descubro la terrible historia escondida detrás de sus besos, la tristeza de una chica guiada por Ciudad Espanto a un final impredecible.


"Mi cometido era hacerte vibrar de alegría, devolverte la esperanza y la fe en ti mismo, sustentar su cordura sobre un pilar (...) el pilar era yo." 


"Por suerte o desgracia, el amor había conseguido abrazarme antes que el recuerdo"

Leedlo, leedlo de todo corazón, porque, aunque puede que sea solo impresión mía, es un libro que aporta, que enseña, que ayuda a reflexionar, que satiriza el mundo de forma dura y en ocasiones cruel. Porque quiero ser todos ellos y no quiero ser ninguno. Quiero un amuleto como el suyo. Quiero ser Doña Nadie y Elda de la Duermevela. Y si tuviera que escoger una sola frase para definir lo que este libro me ha hecho sentir, no dudaría en escoger al anciano Tristán del Corazón Dorado, un hombre estatua rendido ante un amor que no podía tener:


"Cuando besos y caricias se tornan motivo de inquietud, lo mejor es guardarlos en los bolsillos hasta topar con mejor momento en el que devolverlos a la luz."


Gracias a David Rubín por esta pequeña obra de arte 
que te hace reflexionar, sentir y, lo más especial, 
callar cuando llegas al final con los ojos vidriosos sin nada que decir.




Para terminar, música maestro...


No hay comentarios:

Publicar un comentario