viernes, 2 de septiembre de 2011

No risk, No glory.

He pasado la tarde con B.
Cervezas, conversaciones, debates y confidencias. Lo necesitaba. Lo necesitábamos.
 Ahora mismo Phoebe, mi gata de menos de dos meses de edad, está jugando encima de la mesa. Hace mucho tiempo que compré los pendientes con los que ahora ella está jugando. Mis pequeñas bolas de discoteca de plata, el recuerdo de un libro de mi infancia. Dan vueltas por la mesa, entre los papeles que la pequeña va desparramando.
 Lo mira todo como si fuera extraño, nuevo, increible. Echo de menos esa sensación, cuando cada paso era nuevo, cada mirada era diferente, cada roce un cosquilleo emocionante.
 El caso es que aquí estoy, con demasiadas cervezas encima, intentando escribir de manera coherente aunque mi cerebro no está muy ágil que se diga...
 Hoy he dicho un par de veces una frase que siempre he pensado que tiene muchísima lógica "No risk no glory". Está claro que es en cierto modo como Carpe Diem, pero me ha hecho recordar cuando estaba en el colegio y un amigo me dijo: "Si no te atreves, el No ya lo tienes... si te arriesgas hay más posibilidades de que se convierta en un Sí".
 Me gustaría saber por qué el ser humano lleva desde que comenzó la filosofía preguntándose cómo es posible que nos cueste tanto arriesgarnos a ser felices, que no seamos capaces de vivir el momento, de hacer lo que queremos en el momento en el que lo necesitamos.
 ¿Por qué le damos tantísimas vueltas a todo? Estudios, amor, amistades, salud, dinero... ¿Soy la única que está cansada de preocuparse por lo que se supone que hay que preocuparse?
 Hoy he estado hablando con B. de la sensación de paz total que sentimos en nuestro viaje juntas. Si llovía, llovía y era precioso. Si hacía calor nos alegrábamos de dejar el abrigo en casa. Si hacía frío nos poníamos encantadas los jerseys enormes que nos habíamos comprado.
 Nos olvidamos de que la vida es algo más que un examen tras otro, es algo más que la universidad, más que las relaciones, más que el trabajo.
 Llevo tanto rato cantando que he perdido la voz, sueno ronca y me da igual. De eso se trata la felicidad. Es estar tan emocionado con algo que no te des cuenta de sus efectos secundarios. Felicidad es besar sin preocuparte de quién te mire o de qué pasará mañana. Es beberte una cerveza con tu mejor amigo y reír por cualquier cosa. Es enseñar artes marciales a alguien en medio de la calle. Es abrazar sin miedo a ser rechazado. Es correr delante de un gato solo porque te considera su mamá y te divierte hacer el gamba.
Felicidad es querer aunque no te quieran, es saber que mañana todo puede ser diferente, que nadie sabe cuando terminará todo y que es mejor vivir ahora que arrepentirse después.
 ¿Cómo podemos encerrarnos tanto en nosotros mismos cuando el mundo es tan grande? Pienso en el egoísmo que caracteriza a la humanidad y me pongo enferma. Enferma porque sé que en cierto modo no soy víctima sino verdugo en esta situación.
 Yo, yo, yo y, otra vez, yo. ¿Cuándo los demás? No hay mayor mentira que un "¿Qué tal estás?" de un desconocido. ¿De verdad nos creemos que les importe? No, está claro... por eso no decimos la verdad, decimos sin pensar "Bien, ¿y tú?" y compromiso social cumplido.
 Criticamos. Nadie puede negarlo. "Mira su pelo...", "Va pintada como una puerta", "Madre mía, ¡qué pintas!", "Eso ya no se lleva...¿cómo puede salir así?"... ¿Pensamos alguna vez en lo que dirán de nosotros cuando nos damos la vuelta?
 Siempre he odiado a la gente que va mirándose en todas las superficies que reflejan: espejos, cristales, retrovisores, móviles, escaparates... ¿Para qué sirve tanta vanidad? ¿Acaso pensamos que nos van a querer más según aparentemos de cara al exterior? Dios... es tan deprimente.
 Lo que yo quiero es que me aprecien por mi forma de reír, por mi tono de voz, por mi forma de moverme, por mi carácter, por mis miradas o mis getos, por cómo soy y por cómo no soy. Quiero que importe más lo que escribo que la forma de mi cuerpo, quiero que mis palabras sean más fuertes que el color de mi piel.
¿Qué pasa si no soy como los demás? ¿Qué pasa si estoy harta de que me desplacen? ¿Qué pasa si realmente no quiero encajar? ¿Quién es quién para decidir lo que me debe importar?
 Mi decisión de hoy es respirar hondo y dejar de pensar. Como fan que soy del esoterismo, en los últimos días me he echado las monedas de I ching varias veces. Todas y cada una de las veces me ha contestado que el destino es un tigre y que si intento alcanzarle puedo pisar su cola... y que no me interesa que el destino vaya en mi contra. Así que me resigno, por ahora no doy más pasos... que el tigre se acerque a mi.



Y si mi tigre aun no es más que una cría... esperaré a que le crezcan los dientes para que si tiene que morderme, al menos que me muerda bien.

No le piso la cola al tigre...por ahora
porque No risk, No glory.
Así que muerde, pequeño, muerde.





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