lunes, 13 de junio de 2011

Desconocidos en la noche.

 Ayer estuve tratando de rellenar un hueco en mi memoria. Fuimos B. y yo solas a dar una vuelta por Ámsterdam. Volvimos a Utrecht porque habíamos quedado para cenar.

Una cerveza.
Dos cervezas.
Una canción.
Dos canciones.
Tres cervezas.
Empezamos a cantar.
Tres canciones.
Cuatro canciones.
Cuatro cervezas.
Cinco cervezas.
Canción tras canción.
En medio de todo el ajetreo apareció M.
B. se puso a bailar y cantar.
 M. hablaba conmigo. Reíamos. Me contó su historia.
Se fue de Cuba porque quería pintar. El restaurante en el que estábamos tenía varios cuadros suyos. Llegó a Holanda para rehacerse.
Aquel día yo iba espantosa, a quién vamos a engañar. Pantalones marrones, una camiseta roja, el pelo hecho un asco después de que me hubiera diluviado encima... Pero M. me hizo sentir diferente. Se interesó por mí. Me miraba a los ojos y a los labios. Hablaba de lo aburridas que eran las holandesas. Nos apoyamos en una mesa a hablar.
Me dijo al oído que quería besarme, pero que le daba vergüenza porque se acercaba más a la edad de mi tío que rondaba por allí que a la mía. Con tantas cervezas en el cuerpo, perdí la timidez.
Salimos fuera. Hablamos, íbamos andando con el canal a la izquierda. Eran las dos de la mañana creo recordar cuando me besó debajo de aquel puente. Fue bastante extraño, a la vez que intenso. Me acarició el pelo, sonreíamos. Hablábamos, nos besábamos...
 Pero me fui. Era lo más lógico.
Volvimos al restaurante, intentó enseñarme a bailar salsa... con tantas cervezas encima podía haber intentado enseñarme claqué que el resultado habría sido el mismo.
Nos reímos. Y al fin llegó el momento de volver a casa. Nos despedimos y no hemos vuelto a vernos, obviamente.
Tuve que volver al puente a buscar la camara de fotos que llevaba enganchada y que desapareció... conseguí encontrarla con S. y B. riéndose y preguntándome qué había pasado.
 Llevaba mucho tiempo pensando en algo que no parecía poder suceder, así que por un rato me sentí como se supone que debería sentirse toda mujer siempre. Me sentía deseada, guapa e interesante, porque veía en sus ojos lo que me ha faltado en muchas relaciones que se supone que eran de verdad.
Es triste ver en un rollo de una noche lo que quieres ver en otras personas.
Del resto de la noche solo recuerdo haberme tumbado cantando en la cama "Nunca debí enamorarme" a pleno pulmón con B. riéndose a mi lado.
A la mañana siguiente ni siquiera sabía cómo me había puesto el pijama.
 No conseguiré nunca llenar esa laguna, pero no hace falta. Me quedo con una frase, que de verdad me llegó. "Ninguna holandesa besa con tanta pasión."
Volvimos a Madrid el día de San Valentín, aquel día decidí que no quería seguir como hasta ese momento. Triste por no tener lo que quería. Triste por haber cometido errores. Triste por no atreverme a hacer nada por miedo. Triste, triste, triste.
Supongo que a veces son los desconocidos los que consiguen que veamos más nuestro interior. Cuando volví a Madrid me llegó un email de S. de Holanda, diciendo que había hablado con M. y que quería hablar conmigo. No lo hicimos y no creo que nunca volvamos a hablar, pero me alegro de haber hecho una locura con cerveza en las venas, me alegro de haber bailado y cantado aquella noche y me alegro de haberme dado cuenta de que si alguien era capaz de mudarse muy muy lejos de su hogar solo para pintar, yo podía cambiar mi perspectiva.
 Así que... gracias M., mi profesor Dirty Dancing por unas horas, si no hubieras aparecido en el eLe aquel jueves me habría perdido el darme cuenta de lo que realmente quiero.


Y en los ojos de un desconocido...
verte a ti mismo.

    

1 comentario:

  1. Recien estoy visitando este blog y es uno de mis favoritos.... tengo el mio en ilusionesdcristal.blogspot.mx me facina, lindas fotos y todo lo que han publicado. salu2

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