jueves, 27 de octubre de 2011

Todo o nada.


Hace mucho tiempo que no escribo por muchos motivos.
El día 10 de octubre fue el cumpleaños de mi abuelo L. y no quise que lo deprimida que me sentía saliera a ningún sitio, prefería que se quedara dentro de mi y que se fuera diluyendo poco a poco. Es lo que tiene cuando una familia no está unida, cuando hay peleas, cuando la gente se deja de hablar... no es justo que no pueda hablar con mi abuelo el día de su cumpleaños igual que no es justo que sepa que a él no le importó, que mi rama de la familia no es nada para él. Si mi abuela A. siguiera aquí, todo sería muy diferente.
Por otro lado, he estado sin ordenador, ahora ya tengo el nuevo y me está costando un poco hacerme con él la verdad. No se parece en nada al otro.
Y, por último, estuve saturada de emociones. A veces no importa las veces que te digas que pasas de todo, que algo ha terminado o que te da igual. La vida es el único libro del que no puedes decidir cuándo quieres pasar la página.

Así que he esperado a calmarme lo suficiente como para poder mirarlo todo con perspectiva. Desde la familia hasta el amor. Hay que ver lo diferentes que son las personas y lo mucho que nos puede afectar una palabra, un gesto o una mirada.
Creemos que son las acciones las que nos hacen daño, pero no es verdad. Lo que verdaderamente nos daña es la impotencia, es no saber responder, no saber defendernos o no saber eliminar lo que no queremos de nuestras mentes.

No son los demás los que nos hacen daño, somos nosotros mismos que dejamos que nos afecte.
Aplicamos a todo uno de los clásicos dichos del estudiando: No suspendo, me suspenden.
He tenido mucho tiempo para pensar últimamente. Después de varios encontronazos con el pasado, me he planteado si realmente he cambiado tanto como parece.
¿En qué he cambiado?
¿He sido yo o ha sido mi entorno?
¿He madurado o simplemente he cambiado de gustos?
He hecho un repaso mental a mi pésimo historial amoroso y me he dado cuenta de que prácticamente todas las veces fui yo la causante de la ruptura. Por unas cosas o por otras siempre he interpuesto algo entre mi y los demás.

Hace poco alguien que me conoce bien me dijo que al estar conmigo sentía que no le dejaba llegar del todo a mí, que había una parte de mí que prefería mantener a distancia. No es la primera vez que me lo han dicho. De todas las personas que han pasado por mi vida solo una gastó todas sus fuerzas en hacerme ser distinta.

Me han dicho que con ella parecía totalmente desnuda, sin tapujos, sin miedo. Y yo me pregunto por qué no puedo abrirme cuando quiero y con quien quiero. ¿Por qué no puedo elegir cuándo y cómo quiero dar el 100%? Claro que eso me hace pensar... puede que solo diera el 100% cuando alguien me lo dio a mí.
Puede que nadie más se haya molestado tanto en hacerme sentir así.

Pero porqué culpar a los otros de no dar el 100% si yo nunca lo di primero. Siempre tan asustada. Siempre tan pesimista. Esperando el momento de la ruptura, esperando y preparando las palabras, los gestos paran o demostrar lo que de verdad quería.
A veces me da por recordar a la gente tal y como era cuando estaba conmigo y luego miro cómo son ahora...

Recuerdo a aquel chico romántico y encantador que me prometió el mundo. Quería ser médico. Quería tener cuatro hijos, como yo. Nos pasábamos horas hablando de música o haciendo el tonto en cualquier rincón. Me acuerdo de todo lo que hizo por mí. Aunque vivíamos muy lejos el uno del otro el siempre me acompañaba a casa. Él me besó bajo la lluvia y me hizo dejar de llorar abrazando sin hablar durante horas. Y yo le hice daño una y otra vez, le rompí el corazón, jugué con él. Me importaba, era mi amigo y le quería  mucho, pero nunca le dejé llegar a mí. Le hice tanto daño que solo de pensarlo ahora me dan ganas de llorar. ¿Cómo pude ser tan mala? ¿Cómo pude ser tan cruel?

Ahora ha cambiado, ya no es el que conocí aunque hace poco pasara un día genial con él y me dijera que sigue siendo el mismo. Ahora se junta con gente que no le pega, con chicas estúpidas e infantiles, no está estudiando medicina... Sigue teniendo sus ojos, sigue conociéndome como entonces, sigue haciéndome reír y aun abraza como entonces, pero no es él. Aquel chico encantador al que torturé emocionalmente ha desaparecido.

¿Por qué me comporté así? ¿Por qué no quise ser feliz? Porque a los 16 años me daba pánico que alguien me quisiera, porque el día que todo terminara sería mucho peor, así que hacía todo lo posible porque nadie llegara a ese punto.

Es increíble lo mucho que ha cambiado todo. Ahora no solo me encantaría que me quisieran así sino que soy incapaz de conseguirlo. El mundo al revés, tal vez sea cosa del karma.

Hay un pasado más reciente que me ha abofeteado hace poco. Resulta que estás con una persona, quieres que salga bien por primera vez en mucho tiempo, empiezas a confiar... y resulta que te has juntado con un idiota emocional, prepotente, egocéntrico y con pánico al compromiso. Así que no funciona, rompes, lloras, te cabreas y aunque no estabas enamorada piensas que no quieres volver a intentar nada con alguien que no esté dispuesto a discutir y tratar de hacer que todo funcione.Y un buen día esa persona llega y te suelta que cree que ahora está preparado para una relación, que es una pena que no lo estuviera cuando estaba contigo, que ahora solo necesita conquistar a la chica y que cuando lo haga la tratará como a nadie y querrá hacerla feliz. Y entonces te arde la cara y piensas que si le tuvieras delante podrías estrangularle.
¿Por qué no pudo pensar así antes? ¿Por qué a mí me trató como me trato y ahora ha decidido mutar? ¿Eres tú otra vez maldito karma? Sé que he hecho daño a mucha gente en muchas ocasiones... pero ya no soy así, ¿por qué me sigues torturando?

Es la ley de Murphy. Cuando no quieres que te quieran, lo hacen. Cuando quieres, no lo hacen.
Si yo solo quiero alguien que me abrace de vez en cuando sin motivo. Que me diga algo bonito de cuando en cuando. Y, lo más importante, que quiera de verdad estar a mi lado sin miedo ni tonterías.
He engañado y he sido engañada, he gritado y he sido gritada, he llorado y han llorado por mí. Y me he cansado. Estoy harta de historias que no significan nada, de nombres que algún día ni recordaré, de personas que piensan que pueden tenerte en un aspecto y rechazarte en otros, como si fueras un vulgar trapo.

Mis amigos no me creen cuando digo que no voy a volver a caer en el mismo bucle sin sentido otra vez, que no quiero volver a caer en una relación que no sea de verdad. No me quiero volver a sentir utilizada, no quiero que me besen sin sentir ni que me abracen si no son capaces de darme la mano. Todo o nada.
No se puede jugar siempre a los médicos, a veces hay que jugar a papás y mamás.



Tengo que prometerme a mí misma que no me dejaré seducir por sentimientos de fachada que no tienen profundidad. Que hasta que nadie me demuestre que de verdad merece la pena el riesgo, no voy a dar nada.



Cuando sea la vieja loca de los gatos,
soltera , deprimida y con el pelo horrible,
mandaré toda mi ira al universo por conspirar contra mí.


Eso si no se acaba el mundo en diciembre del 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario