lunes, 7 de marzo de 2011

Hug me

A veces la vida no te deja respirar.
Un segundo estás riendo y al siguiente piensas que no te mereces que te traten así...
Y empiezas a darle vueltas a algo que te pasa cada dos por tres.
Cuando parece que tu destino es estar puteado y no sonreír.
Cuando era pequeña lo más lejos que iba era a la acera de mi portal a comer piñones con mi mejor amigo. De todo lo que viví por aquel entonces solo recuerdo eso y el hospital San Rafael donde me pasaba ingresada días y días.
La primera vez que me columpié tenía 14 años, o por lo menos es la primera que recuerdo. Íbamos de viaje a Portugal y paramos en un merendero a comernos unos bocadillos, al fondo había unos columpios de dudosa estabilidad. Salí corriendo sin pensarlo, no recuerdo si hacía calor o frío, si estábamos ya en Portugal o aun no habíamos pasado la frontera. Pero recuerdo perfectamente cómo me sentí. ¿Por qué no puedo sentirme así cada vez que me deprimo? Sería facilísimo despegar los pies del suelo, notar el aire despeinándome y olvidar que en cuanto vuelva a pisar tierra firme tendré que volver a casa y afrontar que cuando alguien lo pasa mal tiene derecho a desahogarse... pero ¿es justo que tenga que ser siempre fuerte?¿es justo que tenga que escuchar gritos que me hacen sentir como si no valiera para nada?¿es que en realidad no valgo para nada y tiene razón?
Yo solo quiero tener diez minutos sin preocuparme por nada. ¿No puedo?
 A veces la vida no te deja respirar.
Un segundo estás riendo y al siguiente piensas que no te mereces que te traten así... 
Porque a veces solo quieres que te abracen y te digan que todo va a salir bien.
Que te hagan olvidar por un segundo que tienes que ser fuerte. 
Poder ser durante un rato libre y correr hacia los columpios.

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