martes, 7 de diciembre de 2010

Con el viento o contra el viento... eterna duda

“Yo te necesito,
tú eres mi dósis de alegría,
me pincho con los alambres
que están cercando tu corazón.
(…)No te das cuenta de na',
cuando llego, tú te vas.
Yo me siento a ratos
más negro que el humo del tabaco.”
Estoy sentado en mi cama, Los Delinqüentes
Cuando me he despertado caía sobre mi casa el diluvio universal. Aun en ropa interior he saltado de entre las sábanas decidida a colgar mi nuevo saco de boxeo... claro que ha sido imposible hasta que no me ha ayudado a levantarlo mi madre. He tenido que estrenarlo obligatoriamente y eso que estaba aun medio dormida. No sé cómo pero de la emoción (o como efecto secundario a ver tantas películas y series) he terminado dandole hasta con el brazo y las piernas... poco más y le doy un cabezazo... qué burra soy a veces.
Después de un buen rato me temblaba todo el cuerpo y al quitarme los guantes tenía los nudillos rojos... demasiado estrés puede volverte loco. Me he metido en la ducha debajo del agua caliente a despejarme, ahí me he dado cuenta que durante todo el rato que he estado usando simplemente el cuerpo, no he pensado. Sin pensamientos no hay problemas, sin problemas no hay estrés, sin estrés no hay dolor.
Deberían investigarlo, ¿por qué el uso de la fuerza física y la adrenalina que eso conlleva deja nuestra mente en blanco? ¿esta sociedad es violenta porque busca desesperadamente una escapatoria al aburrimiento y los problemas o es un círculo del que no se conoce la causa y el efecto?
“Hace días que te observo
y he contado con los dedos
cuantas veces te has reído
una mano me ha valido.”
Grita, Jarabe de palo
En un programa la reportera ha hecho por primera vez puenting, otro medio de liberación de la mente. A mí el puenting no me atrae absolutamente nada, pero he de reconocer que siento una mínima curiosidad... ¿qué se siente al lanzarse sabiendo que el suelo está tan cerca? bajar volando a toda velocidad con la absoluta confianza de que la cuerda medirá lo adecuado, que no se romperá y que todo irá bien. ¿Es el peligro lo que atrae? ¿por qué dicen que la adrenalina es adictiva?
La velocidad, el riesgo, la aventura... ¿por qué hay tantos amantes de ese mundo? ¿no tienen nada que perder o es que la libertad que ganan supera con creces cualquier estabilidad?
Entonces... ¿es adictiva la adrenalina o el simple sentimiento de libertad física, la liberación de todo pensamiento?
“Después del humo negro
hay que ser valiente y despertar,
y vivir como vive la gente.
Hay que ser valiente amigo,
yo tengo que volar.”
Después, Los Delinqüentes y Bebe
De niños subimos a los árboles, hacemos la voltereta en "el puente" de cualquier parque, nos colgamos con las piernas, saltamos todo lo que podemos intentando rozar el techo... Crecemos y parece que las personalidades se dividen, unos buscan estabilidad y extrema madurez, mientras que otros buscan insaciables experimentar sensaciones como las de cuando eran pequeños.
Siempre he sido muy miedosa, pero ahora no sé en que grupo quiero estar. De pequeña tenía terror a que mi padre me llevara subida en sus hombros, ahora intento prepararme emocionalmente para hacer paracaidismo el año que viene. ¿Qué estoy buscando?¿qué intento cambiar? El miedo sigue ahí, aparentemente indestructible... no soy capaz de saber qué me motiva a querer enfrentarme a ello...
“Si yo no tengo más que ver
en los charquitos de la plaza
cuando termina de llover…”
El aire de la calle, Los Delinqüentes
Es posible que desde que tengo uso de razón haya sido demasiado cobarde, demasiado centrada, demasiado estricta conmigo misma, demasiado exigente... demasiado estúpida. Si pasas tanto tiempo con los pies pegados al suelo en algún momento querrás no solo saltar... sino volar. Sentir el viento en la cara, gritar a pleno pulmón, hacer algo que te aterroriza para poder elegir si volver a hacerlo o no. Si no pruebas algo... ¿cómo sabes que no quieres hacerlo?¿cómo sabes que no te gusta?¿cómo puede darte miedo algo que no has vivido? Estúpido miedo a lo desconocido... nos ancla en el suelo de la experiencia vivida y nos impide ver más allá.
Espero a que llegue mi tren contando los metros de vía que le faltan... o espero a que llegue contando los metros de vía que recorreremos juntos... o simplemente espero sin pensarlo, sin contar, sin hacerme constantes preguntas... dejándome llevar. No lo sé. Por ahora mis miedos me siguen atando a la vía, esperando aburrida y preocupada como un estático muñeco de trapo. 


Yo que lo único que quiero 
es dejarme llevar, solo puedo intentar luchar 
contra la parte de mí que vive atemorizada,
pegada al suelo, esperando algo 
que ya se está haciendo demasiado de rogar. 


   

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