"El equilibrio es no dejar que alguien te quiera menos de lo que te quieres tú."
Come, reza, ama.
Una moneda, varios lápices del ikea y un pintalabios, eso es todo lo que llevo en los bolsillos hoy. Una moneda de 50 céntimos, con su cara y con su cruz. Puede representar bastante bien a cualquier persona. Todos tenemos dos caras. Una marca nuestro valor, lo que tenemos, lo que somos y a lo que podemos aspirar. La otra habla de dónde venimos, de los sitios que nos quedan por conocer, las cosas que aun tenemos que hacer.
Creo que el problema principal es que en ningún momento mostramos las dos caras al mismo tiempo. Por eso creo que todos somos iguales y diferentes y que hagamos lo que hagamos no lo podemos demostrar.
El otro día en la parada del autobús de Príncipe Pío empecé a pensar como siempre en todo y en nada al mismo tiempo y, cómo no, qué mejor forma de pasar el rato que escribiendo en mi libretita... Así que hoy pensando en que las monedas son todas diferentes y todas iguales creo que voy a copiar lo que escribí.
Déjame susurrarte al oído algo que nadie se atreve a gritar, somos unos desconocidos, nadie llega nunca a conocer al otro del todo. Por eso hoyo, como tu eterna desconocida, te voy a susurrar cosas que tú ya sabes, cosas que todos sabemos, pero que nadie parece mostrar interés o darles importancia.
Unos buscan ser parte de un todo, un grupo homogéneo en estilo o pensamiento. Otros tratan de diferenciarse, intentan ser originales, únicos.
Lo que pasa es que ninguno llevará jamás la razón. Estamos en un punto medio que a efectos prácticos no admite discusión. Tú no me conoces, pero sabes que soy igual y diferente al mismo tiempo.
Lo que nos diferencia no es nuestra forma de ser, nos diferencia la forma que tenemos de tratarnos. Nadie es mejor que nadie, salvo que le hagan sentir así o se autoconvenza de ello.
Déjame decirte también que, aun sin conocerte, sé que eres capaz de sorprenderte, de enamorarte, de enfadarte, de deprimirte y, lo más importante, de aprender.
Sé que pueden romperte el corazón y que tal vez nadie se de cuenta porque escondes lo que sientes.
Sé que tus lágrimas son tibias y que si lloras un día muy frío sentirás con intensidad el calor que sale desde lo más profundo de ti y recorre milímetro a milímetro tu piel. También sé que tus lágrimas son saladas y que cuando reconoces su sabor es porque alguna vez no has podido frenarlas antes de que llegaran a tus labios.
Sé que tu humos cambia dependiendo de lo que estés haciendo, con quién estés o cómo hayas pasado la noche. Sé que incluso si tuvieras fobia al contacto físico comprenderías lo que transmite que te abracen fuerte. Puedes creer que no te gusta besar o ser besado, pero llega el día en el que comprendes lo contrario cuando sonríes entre besos.
Sé que habrá comida que yo odie y que a ti te apasione. Y lo mismo puede pasar con la música, el cine, la textura de la ropa, el sonido de algunas risas, ciertos olores... No te conozco y sé que nunca lo haré.
Igual que sé que no miras igual a unas personas que a otras, que tu tono de voz cambia según el tema de conversación. Por supuesto sé que no solo tienes una cara, tienes cientos. Tu cara de reír con los amigos, tu cara al mirar a tu pareja cuando nadie te ve, tu cara de concentración, tu cara cuando confías, tu cara cuando algo te incomoda, cuando preferirías cambiar de tema, cuando te asustas, cuando hay algo que te come por dentro, cuando no encuentras el valor para decir lo que piensas, cuando te sientes mal, cuando algo te preocupa, cuando tienes hambre o sueño, cuando alguien especial te hace reír sin que lo que dice tenga gracia, cuando experimentas diferentes tipos de placer.
No sé quién eres, pero lo sé todo de ti. Sé que tienes sueños, deseos, metas y que algunas cambiarán con el tiempo. Sé que no vemos lo mismo cuando miramos a la misma persona, el mismo cuadro o la misma puesta de sol.
Sé quién eres y no sé nada de ti. Solo sabré aquello que tú me enseñes. Sabré qué canciones te gustan, cuál es la película que más te ha calado o qué te gusta hacer. Sabré si cantas en la ducha o si bailas cuando nadie te ve.
¿Cómo puedo saber nada? ¿Cómo puedo insinuar que podemos conocernos y no conocernos al mismo tiempo? Sencillo, tú, quién quiera que seas, no eres más que otro yo y yo no soy más que otro tú. Nos diferencia pura y llanamente un mundo de superficialidad, de banalidad, de sinsentidos.
A mi me gustan los canelones y puedo que tú prefieras las acelgas, pero en el fondo a los dos lo que nos gusta es el sabor, el olor, la textura, da igual que encontremos el placer en comidas u objetos distintos, nuestro cuerpo experimenta la misma sensación.
Déjame decirte algo que ya deberías saber, es más lo que nos une que lo que nos separa.
Entonces ¿por qué nos empeñamos en creer que no conocemos a alguien solo porque no sabemos su color favorito? ¿por qué creemos conocer a alguien solo por saber su película favorita? Conocerse y no conocerse es lo mismo, conocerse es saber tratarse, es saber convivir, saber lo que la otra persona necesita o quiere sin que te lo diga.
No conocerse es creer que esa persona es como tú te la has imaginado, como tú quieres que sea, sin dejarla ser.
Y esto es todo, media hora de autobús no da para más y sinceramente creo que es más lo que no se dice que lo que se dice. Todo va de contradicciones hoy.
Pero después de todo es lo que somos.
Simple contradicción.
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