viernes, 22 de julio de 2011

Que todo se nos va...


Me he quedado dormida después de comer y he tenido la peor pesadilla de toda mi vida. Me quedaban unas horas de vida, solo unas horas. Podría haberlas pasado de muchas formas, pero decidía estar esas últimas horas escribiendo cartas de despedida.

Una carta por persona. Incluso había una para la pequeña de la familia que aun no sabe ni leer. Había una carta para B., una carta para L., una para E., para P., para J., para mis tíos, para mis primos, para mi hermano, mi padre, mi madre...
Me he despertado llorando, no he podido evitarlo.
Mis padres ya se habían ido al pueblo. Mi hermano tampoco estaba en casa. Y yo no podía parar de llorar.
En el sueño cuando me decían que solo quedaban unas horas, echaba a correr. No había lágrimas, solo pensaba en las cosas que nunca he dicho, en lo que pensaba que tendría tiempo para decir. Me alejaba de todos y me metía en una especie de cueva a oscuras. Tenía miedo, no por lo que fuera a pasarme, sino porque ya no tendría tiempo para vivir todo lo que quiero vivir.

No habría tiempo para casarme, no tendría los bebés que tanto quiero, no tenía tiempo ni siquiera para despedirme de la gente que me importa a la cara.
Me iba y no sabía cómo había pasado. Cómo era posible que todo terminase así.

 


Lo he pasado tan mal que ahora solo pienso en las despedidas. Decimos adiós tantas veces a lo largo de nuestra vida que no nos damos cuenta de lo importante que es esa palabra. No sabemos cuando será la última vez que le digamos a alguien adiós. Nos despedimos cuando salimos a dar una vuelta, cuando nos vamos de viaje, cuando nos vamos a dormir, cuando nos mudamos...
Echamos de menos todo cuando decimos adiós, aun cuando no nos hemos ido.
¿Cómo es posible que dedicase mis últimas horas a escribir?¿Es la mejor decisión? Al menos sería algo que se podría conservar, una despedida que se podría guardar.

Entonces, ¿es mejor tener una despedida que se pueda conservar que un abrazo o un beso final? Pero lo que realmente me ha hecho llorar no era que me fuera, el problema es que al final mi madre me decía que todo había sido una broma... Había estado llorando y pasándolo mal por nada. Me sentía deprimida, humillada y cabreada.
Me echaba a llorar otra vez, dolida y triste. Y abrazando a mis piernas y con lágrimas saliendo a borbotones, me acurrucaba en un rincón.
 
Y así me he despertado. Sola en casa, en el sofá, abrazando un cojín y pensando que nos callamos demasiadas cosas y no sabemos cuando será tarde.
Así que hoy solo quiero pensar que no todas las despedidas son finales, que decir adiós a veces solo significa hasta pronto. Y que si vuelvo a tener una pesadilla así, será habiendo hecho ya más cosas que me acerquen a lo que quiero en el futuro.
No entiendo porqué dije adiós a todos si lo que realmente pensaba era que todo había terminado. Yo me iba y ellos se quedaban. Me despedía con la ilusión de que me recordarían, para luego ver que todo había sido una cruel broma.

No digas Adiós
si lo que quieres decir es Se acabó.

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